Cuando el sol se pone amanece el corazón nocturno, es en la oscuridad donde se siente bien, muy bien...
Las sombras protegen sus dudas, sus flaquezas, y es la tenue luz de las estrellas, la única por la que se deja acariciar... exceptuando a la de la Luna, la cual le tiene el corazón preso.
Es su influjo enigmático el que conduce sus pasos. El misterio le puede, lo desconocido le seduce.
Lo que no se ve es lo que imagina... y el corazón nocturno se recrea en lo que toca, más que en lo que ve, en lo que huele de manera esquisita, más que en lo que la luz le quiera mostrar.
La nocturnidad protege sus malicias, y la música, que no necesita de luces para ser percibida, se convierte en el aire que respirar.
Un corazón nocturno te abrazará por la espalda, te tomará sin cerrar sus ojos, sin permitir que cierres los tuyos. Hundirá sus manos en tu ser, porque son las que te dibujaran en su mente.
Y cuando amanezca, cuando el sol asome a contemplar los estragos que tras de sí dejó la Luna, se habrá volatilizado igual que un vampiro cualquiera, que a lo que más temiera fuera la luz. En ella sucumbiría al no poder soportar lo que de sí descubriera con su mirar.
Pero un corazón nocturno... puede ser tan romántico bajo el manto estelar que, más vale llevar lintena para enfocarla directamente a sus ojos y adivinar en su iris, si es un sueño que resistirá el despertar, o si se convertirá tristemente en pesadilla.
Aún y así, brillando suavente en la noche, te parecerá lo mas hermoso... ya que es el resultado de lo que tu mente sea capaz de crear, pues si miras bien, apenas si se le ve.
Es casi todo... imaginación, casi...
El corazón nocturno lo dibujé a la luz de las estrellas, mientras se empeñaba en vano en competir con ellas.
Por Elvia Cor, el sabado 20.03.2010.
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