Amaneció dorado.
Me tendí sobre la arena escuchando el susurro de las olas, contemplando el azul de los cielos.
Sentí un leve roce en el inicio de mi cuello desnudo, la brisa suspiraba en mi alma por ti.
Elevé la mirada, el sol cerró mis ojos para llevarme en volandas junto a tu piel tibia, dulce, nunca antes besada.
Sin saber cómo, mi cuerpo se transformó en aire puro hasta alcanzar sobre océanos y firmamentos, tu ser.
Flotando sobre todo lo demás, sin que nada ni nadie pudiera vernos, tendiste tu mano para tomar la mía.
Fue un instante increíble, deseado, tierno.
La electricidad fluyó por entre ellas y estremeció las nubes, convirtiéndolas en lluvia que se derramó por nuestras miradas.
Se me olvidó respirar, y aún así, la vida palpitaba voraz por mis venas acompasándose a tu palpitar.
Tan solo fue el electrizante tacto del viento, que apenas levantó la arena de la playa, pero que dejó dibujado entre la caricia de mis dedos, y la distancia de los tuyos, un corazón.
Cuando la brisa marina acaricie cálida, tu nuca...
Cuando creas que la luz del sol te arranca de tu propio cuerpo para elevarte y alejarte del tiempo...
Cuando sientas que tu ser ha sido alcanzado por otro ser...
Es que me piensas.
Es que te pienso.
Creado con amor.
Elvia Cor.
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